Número 7, calle Melancolía

Número 7, calle Melancolía

domingo, 12 de septiembre de 2010

Una canción para don Pizarro...

(Divagando, y mucho, decidí dedicarle unos versos maltrechos al capitán del amor, que naufraga lentamente hacia la isla de aquellos bastardos que lo único que desean es agarrar la mano de su chica, sacarla de paseo y magrearla en cada esquina. Porque ya no quedan caballeros con tintes canallescos como lo es (¡y como lo seguirá siendo!) este prostituto de la amistad. Un honor recitar versos para "el más señor de todos los putos, el más puto de todos los señores... con un corazón tan cinco estrellas")

Una canción para don Pizarro...

Su boca va unida a su barbilla
por una sutil y canalla perilla,
que sostiene una sonrisa
que para irse nunca tiene prisa.

Cuando le pesa mucho el alma
se toma sus asuntos con calma
y si se le abren de nuevo las heridas
sabe que la amistad es su mercromina.

Solo le tiene miedo al temor
de que se le acabe el fuelle al amor.
Sin embargo, su truco para sobrevivir
no es otro que saber sonreir

Si con todo arrasa un vendabal
parece que, en efecto, le da igual.
Sin embargo, comienza de nuevo
a aprender a volar al ras del suelo.

Anda que no sabe nada este brivón,
que cuando aullan los lobos su canción
le da puerta a eso que llaman alegría
y se pira con cualquier mujer, que antes fuere mía.

Mujeriego, gato en constante celo
a la hora de mojar no se corta un pelo
le da igual gordas que flacas, feas que guapas
allá donde haya una mujer, se levanta la solapa.

Y dicen que no le quiero, por mi virtud desmedida
de azotarle con improperios donde duelen las heridas.
¡Pequeñín, ni caso! ¡descuélgate de la rama!
sabes que contigo hasta al infierno ese de compartir cama.

Acabo de una vez esta maldita sarta de gilipolleces
con algún verso de esos que me empequeñecen...
y es que si se nos vuelve a poner la piel de gallina,
que vuelva a ser en otro concierto de Sabina.




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