Yo ya no soy “europedo”
(y subrayo “pedo”)
pues hasta mis narices pendencieras
ha llegado el olor, con tanta virulencia,
de esas podridas flatulencias
producto de la hinchazón financiera,
así como de la indigestión capitalista
que a tantos moralistas
no trae de cabeza.
Así como los endémicos males bursátiles
que almacenan en sus pantallas táctiles
nuestras sentencias de pobreza.
A riesgo de parecer comunista
exijo que se repartan las riquezas.
Ojalá que padezcan la tisis
esos que se aprovechan de la crisis
para descuartizar al obrero,
que con su sudor paga el Mercedes
del omnipotente banquero,
pues todo lo puede como escudero
del invencible poderoso caballero
que blanquea, y no precisamente paredes,
la facha de Don Dinero.
Y entre tanto que siga emanando
la pobreza de los rincones
y mientras sigan brotando
de las urnas los ladrones,
habrá que subirse al carro de las revoluciones.
Pues “si me cortan las alas
volaré con los cojones”
Y al fin, a las buenas o a las malas
habrá también que aunar nuestro corazones
para decir que la historia no es siempre del que gana.